La moda en la nueva sociedad democrática
En el panorama internacional, los años 70 estarán marcados por la recesión económica como consecuencia de la crisis del petróleo (1973-74). Con el fin de la dictadura se inicia el período de la transición por el que España se convierte en una democracia, con el apoyo de la sociedad y del rey Juan Carlos I.
Este momento de transición se traduce en bruscos cambios en la industria textil: el llamado “impuesto sobre el lujo” provoca el cierre de numerosas casas de alta costura. La clientela cambia sus gustos y se abren numerosas posibilidades de consumo de moda.
Un par de años antes del fallecimiento del dictador, comienzan a aparecer tribus urbanas alrededor de El Rastro de Madrid: si bien empiezan clandestinamente, como “el Rollo”, más tarde se conocerán como “la Nueva Marea Rockera Madrileña”, bautizada por el periodista musical, Jesús Ordovás y conocida como la “Nueva Ola”, y finalmente, ya entrados los años 80, como “la Movida”. Un fenómeno cultural único, propiamente madrileño.
Jóvenes diseñadores, con una versión artesanal del prêt-à-porter como Jesús del Pozo y Pedro del Hierro toman las riendas de la creatividad y, paralelamente a la decadencia del lujo, surgen grupos underground, que cambiarán el panorama de la ciudad. Influidos por todo aquello que sucede en Londres y Nueva York, estos subgrupos también usan la moda para expresarse, recurriendo especialmente al DIY, Do it yourself.
Estos grupos se caracterizaban por la influencia del punk y el glam rock de Nueva York y Londres. Los del “Rollo” compraban ropa “vintage”, de segunda mano, con prendas rescatadas de El Rastro, o de los grandes Almacenes SEPU donde, al igual que en los armarios de sus padres, encontraban prendas de décadas pasadas, como faldas tubo de los años 50, a partir de las que recreaban ese nuevo estilo.
El otro punto de inflexión de los años 70 es el impuesto sobre el lujo de 1974, que gravará a la Alta Costura: muchas casas se ven en una encrucijada mortal.
En palabras de Elio Berhanyer “la desaparición de la Alta Costura Española fue por un golpe mortal que sufrió en el año 1974 con el impuesto del lujo. Hacienda nos exigió un 60% de impuestos, que no se aplicaba ni a las joyas, los modistos tuvimos que ir cerrando nuestras casas y dedicarnos al prêt-à-porter”.
“La desaparición de la Alta Costura Española fue por un golpe mortal que sufrió en el año 1974 con el impuesto del lujo. Hacienda nos exigió un 60% de impuestos, que no se aplicaba ni a las joyas, los modistos tuvimos que ir cerrando nuestras casas y dedicarnos al prêt-à-porter”.
Elio Berhanyer
Entre las subculturas y las casas de costura, los verdaderos protagonistas de esta década son la nueva generación de diseñadores del prêt-à-porter, diseñan tanto para hombre como para mujer, y aportan un impulso al sector de la confección, al tiempo que se asocian para desfilar fuera de sus talleres. Son los diseñadores Margarita Nuez, Roser Marcé, Pepe Reblet, Adolfo Domínguez, y especialmente, los madrileños Nacho Ruiz, Jesús del Pozo y Pedro del Hierro.
Nacho Ruiz dedicó su estilo a la isla de Ibiza con la moda Adlib, Jesús del Pozo y Pedro del Hierro hicieron de la capital su epicentro y, a través de caminos diferentes, mantuvieron una esencia artesanal en sus creaciones.
Pedro del Hierro (1948-2015) crece en un ambiente familiar artístico que influye en la armonía, la importancia del color y la forma de sus diseños. Presentó su primera colección en 1974 y aunque no tuvo gran éxito, su segundo desfile sí se lo brindó. En 1976 ingresó en la Cámara de la Alta Costura Española, siendo su diseñador más jóven pero también el último en unirse.
“La moda sin industria no es nada. Puedes mantener la Alta Costura con unas cuantas costureras y un taller muy pequeño, pero la moda tal como la concebimos hoy tiene que contar con la industria, y todas las grandes marcas que hay en el mundo, todas, están perfectamente conectadas con la industria”.
Pedro del Hierro
Jesús del Pozo (1946-2011), por su parte, inicia su trayectoria en 1976 creando moda masculina y en 1980 diseña su primera colección de mujer. Tras abandonar la cestería de su padre y estudiar arquitectura de interiores y pintura, empieza a trabajar con fibras naturales, materiales nobles y tinturas mediterráneas. Todo ello lo realizaba en su taller y tienda de la calle Almirante número 9, calle en la que nació y donde hoy hay una placa con su nombre.
El diseñador madrileño fue conocido por su estilo funcional sin estructuras, querido por artistas e intelectuales, y por la gran influencia del arte en su obra (Manolo Millares, Antoni Tàpies).
La calle Almirante fue la “calle de moda” de esa década, destinada a la nueva generación que buscaba alejarse del llamado “Barrio de Salamanca”. En ella no sólo estaba la tienda de Jesús del Pozo (1974), otras como Ararat (1976), Berlín (1978) o Enrique P (1980) destacaron por su moderna y atrevida oferta.
Ararat fue fundada por la modelo Yolanda Valdehita y Berlín por Carmen Echevarría, quién creo un espacio multimarca de lujo con firmas como Chevignon, Trip Difusión o Toni Miró. Un proyecto al que más adelante se embarcó su marido, el diseñador, Roberto Torretta. Ambos desarrollaron la colección Snif, de ropa deportiva.
Enrique P, de Enrique Pérez, era conocido por sus camisas masculinas de colores y de seda, al estilo italiano. También por vender ropa de otros diseñadores españoles como Pedro Morago o Adolfo Domínguez.
En el barrio de Salamanca continuaron apareciendo boutiques punteras como las Tres Zetas, de las hermanas Zunzunegui, las primeras en importar Cacharel, Kenzo o Claude Montana.
A finales de los setenta, se abrió en la calle Serrano la tienda multimarca de Elena Benarroch, donde vendía firmas como Maison Margiela o Jil Sander. Pronto incorporaría sus propios diseños, que renovarían la visión y el sector de la peletería. Se dedicaba a teñir y modificar pieles, principalmente abrigos, que pronto toda la nueva sociedad democrática comenzaría a llevar.